Hay una pregunta que abre la puerta a un universo de ilusiones. ¿Quieres jugar con nosotros? Puede escucharse en una plaza de una ciudad, en el patio de una escuela o en un prado en una tarde de verano. Son cuatro palabras que recorren la atmósfera cargadas de empatía y de —hacia la persona que está sin jugar— y de audacia por parte de quienes las pronuncian —nunca saben lo que se van a encontrar, por mucho que una primera exploración visual pueda aportar pistas—. La respuesta suele hacer el camino inverso apoyada en el agradecimiento. Para cuando todos los protagonistas quieren darse cuenta, el balón está rodando y ejerciendo de idioma común. Esa misma pregunta se escucha en ocasiones a otro nivel. Cuando un club lleva un tiempo siguiendo a un deportista y decide dar el paso de hacerle una propuesta, las mismas palabras llegan entonces acompañadas de una suerte de música celestial que, en la banda sonora de una vida, sonaría a la consecución de un sueño.
